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  • Laura Meléndez

Uno de los grandes violinistas de la historia murió hace 284 años: Paganini

Niccolo PaganinI, nació en Génova, Italia, el 27 de octubre de 1782, violinista, violista, guitarrista y compositor considerado entre los más famosos virtuosos de su tiempo, además de uno de los mejores violinistas que hayan existido, con oído absoluto y entonación perfecta, técnicas de arco expresivas y nuevos usos de técnicas de staccato y pizzicato.

 

Tercero de 6 hijos de Antonio y Teresa Paganini, y empezó a estudiar la mandolina con su padre a los 5 años. Cumplidos los 7, comenzó a tocar el violín, sometido al estudio prolongado y diario del instrumento, pues incluso, su padre, se negaba a darle de comer si su labor no era satisfactoria.

 

A base de golpes, el jovencito llegaría a tocar violín como nadie lo ha hecho, e hizo su primera aparición pública a los nueve años y realizó una gira por varias ciudades de Lombardía a los trece. Se presentaba a tocar con fuego iluminando el escenario, y de su violín salían notas prodigiosas. Con esa escenografía, su figura crecía aún más.

 

Flaco, alto, erguido, con las manos que parecían llegarle hasta las rodillas; de trajes en jirones muchas veces, su melena revoloteaba al mismo tiempo que su arco describía parábolas en el aire. Nadie se explicaba cómo podía tocar tan genialmente. 

El efecto que causaba entre el público era tan asombroso que impresionaba tanto a melómanos como a músicos consolidados como Chopin, Schumann, Schubert o Liszt.   En 1790 su desarrollo como compositor e intérprete le permiten estrenar su Sonata para violín y piano, en 1796 recibe las últimas lecciones de violín con Rolla en Parma, y para 1801 había compuesto más de veinte obras de guitarra con otros instrumentos.

 

De 1805 a 1813 fue director musical en la corte de Maria Anna Elisa Bacciocchi, princesa de Lucca y hermana de Napoleón. En 1813 comenzó a hacer giras por Italia, donde su forma de interpretar atrajo la atención de quienes le escuchaban. En 1828 viajó a Viena, más tarde a París y en 1831 a Londres. En París conoció al pianista y compositor húngaro Franz Liszt, quien fascinado por su técnica, desarrolló un correlato pianístico inspirado en lo que Paganini había hecho con el violín.

 

En 1833 en la ciudad de París le encargó a Héctor Berlioz un concierto para viola y orquesta; el compositor francés realizó Harold en Italia, pero Paganini nunca la interpretó. Renunció a las giras en 1834.

 

Podía interpretar obras de gran dificultad con solo una de las cuatro cuerdas de violín, y usaba deliberadamente cuerdas gastadas para que se rompiesen en la mitad de la función y pudiese impresionar a la audiencia al continuar tocando con las cuerdas restantes.  De acuerdo a Paul Adam, uno de los biógrafos de Paganini, este tenía la capacidad de continuar tocando, lo que lo diferenciaba de otros violinistas de la época. Practicaba la habilidad de tocar con sólo una cuerda en una época en la que las cuerdas de violines eran hechas de tripas de animal, por lo que era relativamente frecuente que se rompieran, y no hay manera de saber si Paganini lo hacía a propósito. Además en la mayoría de sus espectáculos improvisaba.

Sus obras incluyen veinticuatro caprichos para violín solo (1801-1807), seis conciertos y varias sonatas. Además creó 200 obras en las que involucraba de alguna manera a la guitarra.  Llegó a poseer cinco violines Stradivarius Dos Amati y un Guarnerius (su violín favorito) llamado Il Cannone.

 

Su salud se deterioró por un cáncer de laringe que lo hizo perder paulatinamente y por el tratamiento con mercurio que realizaba por orden de su médico para tratar la sífilis; murió en Niza el 27 de mayo de 1840.

 

Sobre Paganini se crearon numerosas leyendas que él mismo se negó a desmentir, unas veces porque le divertían y otras porque estas mismas le hacían tal publicidad que siempre llenaba los teatros. Una de ellas contaba que había hecho un pacto con el demonio por lo que se le consideraba el violinista del diablo, y también se dijo que en su violín encerraba el alma de mujeres de hermosa voz.

 

Tras la muerte fue la Iglesia la que le negó sepultura en camposanto, por lo que el féretro que lo contenía deambuló de un lado a otro hasta que en 1845 la duquesa de Parma autorizó el enterramiento.

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