El arzobispo italiano Carlo Maria Viganò, acusado de “cisma” por sus frecuentes y virulentos ataques al papa Francisco y por no reconocer su autoridad, ha sido excomulgado este viernes por la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe.
En un comunicado, la Congregación informó que "son conocidas sus afirmaciones públicas de las que resulta el rechazo a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, a la comunión con los miembros de la Iglesia y a la legitimidad de la autoridad magisterial del Concilio Vaticano II”.
El texto de la Congregación declara culpable el delito de cisma a Viganò, quien a sus 83 años de edad , es un representante del sector más conservador de la Iglesia católica.
Fue nombrado arzobispo en 1992 por Juan Pablo II y desempeñó entre otros cargos los de nuncio apostólicoen Nigeria hasta 1998 y en Estados Unidos entre el 2011 y el 2016.
Fue convocado por la Congregación para la Doctrina de la Fe el pasado 28 de junio para responder a su acusación de “cisma”, pero no se presentó, y La Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por el cardenal Víctor Manuel Fernández, se reunió ayer 4 de julio para deliberar el proceso penal canónico en su contra.
Viganò explicó en la red social X el día que fue convocado pero no asistió, que la apertura de este juicio canónico en su contra le había sido notificada con “un simple correo electrónico”.
Aseguraba a que la sentencia ya estaba preparada "dado que se trata de un proceso extrajudicial", y consideró las acusaciones en su contra "un honor",
"Creo que el propio tenor de las acusaciones confirman las tesis que vengo defendiendo”, añadió el prelado italiano.
Finalmente, se le consideró “culpable” del delito de “cisma”, y se determinó su excomunión.
El arzobispo acusó abiertamente al papa hace 6 años de conocer los abusos sexuales del cardenal estadounidense Theodore McCarrick, a quien Francisco expulsaría del sacerdocio por sus conductas, y llegó incluso a solicitar su renuncia.
Viganò ha calificado a Francisco de “herético”, “tirano” y “siervo de Satanás”, además de haber puesto en duda su elección en el cónclave de 2013 y le ha cuestionado tras la publicación del documento ‘Fiducia Supplicans’ que permite la bendición de parejas homosexuales.
La Santa Sede le ha acusado de “cisma”, por sus “afirmaciones públicas de las que resulta una negación de los elementos necesarios para mantener la comunión con la Iglesia católica: la negación de la legitimidad del papa Francisco, la ruptura de la comunión con él y rechazo del Concilio Vaticano II”.
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