La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho con fibras de maguey.
Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear cosas y no de una tilma, que usualmentera de tejido más fino de algodón. Se trata de una maravillosa síntesis cultural, una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos.
Uno los sucesos de los que más se tiene memoria en la historia guadalupana, es el atentado ocurrido contra la imagen de la Guadalupana el 14 de noviembre de 1921. La imagen había sufrido atentados, pero ese día, un empleado de la Secretaría Particular de la Presidencia colocó una bomba a los pies del retablo y la explosión fue de magnitud tal que el crucifijo de bronce y los candelabros resultaron doblados por el impacto, pero la imagen de la Virgen quedó intacta. En aquella época el gobierno Federal tenía una política antirreligiosa calificada como agresiva.
Como antecedentes al atentado de la Basílica, el 6 de febrero de 1921 fue lanzado un cartucho de dinamita a la casa del arzobispo de México, José Mora y del Río, quien se encontraba ausente, días después de que se expresara negativamente sobre el comunismo, y el 4 de junio, una bomba fue detonada en la residencia del arzobispo de Guadalajara, Jesús Orozco, quien salió ileso.
Era la mañana del 14 de noviembre de 1921, cuando se celebraba una misa en la Antigua Basílica de Guadalupe por la toma de posesión de una prebenda en el coro por el presbítero Antonio Castañeda; terminado el evento, a las 10:30 de la mañana, de un grupo de personas vestidas de obreros salió un tipo pelirrojo de overol azul quien colocó un ramo de flores en el altar, y al poco tiempo hubo una explosión que sacudió la Basílica.
Los periódicos católicos de la época refieren que después del aquel hecho, los fieles corrieron tras el grupo de obreros impostores para linchar al culpable, y que el presidente municipal de la Villa se llevó al individuo a sus oficinas custodiado y protegido por la policía, siendo sacado de la zona en un camión militar. Después se supo que el autor del atentado era Juan M. Esponda, empleado de la secretaría particular de la Presidencia de Álvaro Obregón. Lo que se supo después fue que no fue enjuiciado ni sentenciado, y que tenía vínculo directo con la Presidencia de Obregón.
Debido a la explosión, se cayeron los candeleros, las flores, las cortinas que enmarcaban el cuadro de la Virgen y un pesado crucifijo de bronce que se dobló hacia atrás por el estallido; esta deformación peculiar hizo que la gente le apodara como el “Señor del atentado” o el “Cristo del Atentado”, teniendo gran devoción entre los creyentes, quienes dicen que es muy milagroso.
La comisión pericial nombrada por la Iglesia, declaró que el ataque se llevó a cabo con un cartucho de dinamita utilizado para trabajos de minería, colocado en entre la plancha de mármol de la parte posterior del altar y la placa inferior del marco en donde estaba la imagen de la Virgen; además se aflojaron los tornillos que sostenían el cuadro de San Juan Nepomuceno detrás del altar.
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