En materia de autismo, también hay avances en la materia, y un grupo de neurofisiólogos estadounidenses anunció el descubrimiento que los primeros signos en un niño, que pueden detectarse con resonancias magnéticas del cerebro del feto a partir de las 25 semanas de gestación.
El autismo es un trastorno del neurodesarrollo que puede causar problemas de comunicación, procesamiento cognitivo, conciencia emocional y percepción, cuyas causas se desconocen, pero se cree que en el mismo influyen factores genéticos y ambientales, aunque un tratamiento temprano mejora las capacidades lingüísticas y cognitivas. Las herramientas de diagnóstico actuales solo pueden identificarlo en a partir de los 18 meses de edad, aproximadamente.
Para el doctor Alpen Ortug, miembro de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y responsable principal de la investigación, “una detección más temprana significa un mejor tratamiento". Los resultados fueron presentados durante la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Anatomía, y Ortug destacó que ellos “sugieren que un mayor volumen del lóbulo insular puede ser un fuerte biomarcador de resonancia magnética prenatal que podría predecir la aparición del trastorno del espectro autista (TEA) más adelante en la vida".
Para averiguar si los escaneos cerebrales realizados antes del nacimiento podrían ayudar a identificar antes los signos del TEA, los científicos analizaron retrospectivamente 39 escáneres cerebrales fetales por resonancia magnética, en donde 9 de los niños fueron diagnosticados posteriormente con autismo, 20 eran neurotípicos y 10 no tenían TEA pero presentaban otras condiciones de salud que también se observaron en los niños con ese trastorno.
Los escaneos cerebrales se realizaron de media a las 25 semanas de gestación, y los investigadores utilizaron además un método de etiquetado anatómico automatizado basado en atlas para segmentar escaneos cerebrales, y luego compararon las regiones cerebrales segmentadas entre los diferentes grupos. Las mayores diferencias se encontraron en el lóbulo insular del cerebro, que tenía un volumen significativamente mayor en el grupo de niños con TEA en comparación con los otros 3 grupos de control.
La ínsula es una región profunda del cerebro que se cree que desempeña un papel en la conciencia perceptiva, el comportamiento social y la toma de decisiones, entre otras funciones.
Los resultados coincidieron con otros estudios que han revelado cambios en la corteza insular en adultos con autismo y sugieren que estas diferencias pueden comenzar en el útero. Los investigadores también hallaron que los escaneos de los niños con autismo mostraban una amígdala y una comisura del hipocampo significativamente más grandes en comparación con los niños que tenían otras condiciones de salud. (RT)
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